La tercera edad es una etapa de la vida marcada por la experiencia, la sabiduría y el disfrute de los frutos cosechados. Sin embargo, también es un periodo en el que muchas personas enfrentan cambios profundos en su salud, en sus relaciones y en su entorno, lo que puede aumentar el riesgo de desarrollar depresión. Este trastorno, lejos de ser “simple tristeza”, constituye un problema de salud pública con consecuencias graves si no se aborda a tiempo.
¿Por qué aparece la depresión en la vejez?
La depresión en los mayores puede iniciarse de dos maneras. En algunos casos, surge por primera vez en la edad avanzada, generalmente relacionada con factores ambientales como la pérdida de seres queridos, enfermedades crónicas o situaciones de soledad. En otros, se trata de una depresión de aparición temprana, es decir, personas que ya habían tenido antecedentes depresivos en su juventud y que, con el tiempo, ven intensificados sus síntomas.
Entre los principales factores de riesgo se encuentran la soledad, la pérdida de movilidad, los problemas de visión o audición, las dificultades económicas y la falta de una red social sólida. Además, el uso de ciertos medicamentos y las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer o el párkinson, elevan significativamente las probabilidades de padecer depresión.
Síntomas en la persona mayor
Aunque los criterios diagnósticos son los mismos que en los adultos jóvenes, la depresión en la tercera edad suele manifestarse de forma distinta. Es frecuente que los mayores no expresen tristeza abierta, pero sí muestren falta de interés por las actividades, sentimientos de inutilidad, descuido en la higiene personal, irritabilidad o dolores físicos que no mejoran con tratamiento médico. Los pensamientos de muerte o suicidio, lamentablemente, también son frecuentes y requieren atención inmediata.
El impacto en la salud
La depresión en esta etapa no solo afecta el estado emocional, sino que debilita el organismo y puede precipitar la muerte. Además, interfiere con el tratamiento de otras enfermedades, como la diabetes, el cáncer o las enfermedades cardiovasculares, pues disminuye la motivación del paciente para seguir los cuidados médicos necesarios.
Estrategias de prevención y apoyo
La buena noticia es que la depresión en la tercera edad puede prevenirse y tratarse con éxito. El ejercicio físico regular, las relaciones sociales significativas y la participación en actividades con propósito se convierten en auténticos antidepresivos naturales. Igualmente, mantener una dieta saludable, cultivar pensamientos positivos y practicar buenos hábitos de sueño son pilares para un envejecimiento más pleno.
El papel de la familia y los amigos es esencial. Escuchar sin juzgar, acompañar a consultas médicas, animar a la persona a cumplir con su tratamiento y fomentar espacios de alegría y convivencia pueden marcar una gran diferencia. La fe y la espiritualidad, según numerosos estudios, también aportan esperanza y resiliencia frente a la depresión.
Tratamiento
Cuando los síntomas aparecen, es vital acudir al médico de cabecera o a un especialista en salud mental. Los antidepresivos y la psicoterapia resultan altamente eficaces, sobre todo cuando se aplican con paciencia y constancia. Además, las técnicas de autoayuda y el fortalecimiento de la vida social refuerzan el proceso de recuperación.
Una llamada a la esperanza
Envejecer no debe ser sinónimo de depresión. Con el cuidado adecuado, apoyo familiar y social, y el acompañamiento médico correcto, las personas mayores pueden vivir esta etapa con plenitud y esperanza. La depresión en la tercera edad no es una condena, sino un reto que puede superarse con amor, ciencia y acompañamiento. Además, en Safeliz contamos con el libro SaludableMente, una guía para acompañar en uno de los desafíos más difíciles que se pueden enfrentar.
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