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El adolescente y su familia

La dinámica familiar empieza a sufrir câmbios importantes cuando los niños alcanzan la pubertad. Estas variaciones progresivas (y a veces, repentinas) se reciben frecuentemente com sorpresa y sin preparación. Los desacuerdos entre padres e hijos tienden a acentuarse. La actitud sumisa de muchos hijos desaparece, y se enfrentan abiertamente a las opiniones de sus padres. En algunos casos, la crisis alcanza dimensiones que escapan al control de la propia familia y necesitan intervención profesional. Afortunadamente, muchas otras veces, la “tormenta” adolescente pasa con rapidez o incluso nunca llega a notarse.

La brecha generacional

No solamente en nuestro tiempo, sino a través de la historia ha habido, y sin duda seguirá habiendo, importantes desacuerdos entre padres e hijos, especialmente en esta edad juvenil. Las cuestiones básicas que nos debemos plantear son:

¿En qué disienten en concreto padres e hijos?

¿Son esas diferencias realmente importantes? ¿Son temporales o permanentes?

Diversos estudios de la adolescencia han puesto en evidencia que los motivos de desacuerdo no han variado mucho en los últimos cien años. A pesar de todo, no hemos de olvidar que, aunque los motivos de discordia sean similares, los cambios sociales de nuestro tiempo han complicado aún más la relación paterno-filial.

¿Qué hacer para evitar estos conflictos o para mejorar una relación ya deteriorada?

Veamos una estrategia que se concreta em dos pasos:

1. Reconocer la auténtica naturaleza de la “brecha generacional”. Varios estudios recientes sostienen que la brecha generacional, a pesar de que sea un hecho extendido y real, no es tan profunda como se la presenta a menudo en los medios de comunicación. Antes bien, se ha constatado que, aun cuando los comportamientos de los adolescentes difieren significativamente de los de sus padres, los valores, actitudes y creencias siguen siendo muy similares.

¿Cómo se explica esta contradicción?

El adolescente está decidido a encontrar su propia identidad y para ello explora diversas alternativas. Parece aceptar cualquier idea nueva que conoce. Pero, en realidad, no desecha los valores aprendidos en la familia. Por tanto, si los padres entienden este hecho, pueden ejercer mucha más tolerancia sobre la rebeldía o las “locas” ideas de sus hijos, y, más tarde, se verán gratamente sorprendidos por los resultados.

2. Desarrollar un buen sistema de comunicación. Cuando sobreviene el desacuerdo, la comunicación es vital. Existen dos actitudes básicas ante cualquier situación real o potencialmente conflictiva:

  • mantener los canales de comunicación cerrados, o
  • mantenerlos abiertos.

El adolescente, por su propia naturaleza, se retira ante la primera opción. Pero debido a sus opiniones fuertemente encontradas, los padres tienden a ejercer esa vía de comunicación, es decir, la de los canales cerrados.

Los estilos de relación

Los resultados de diversos estudios muestran que hay amplias diferencias en el modo en que se relacionan las familias en la intimidad:

• El estilo permisivo, es el propio de los padres que aportan un alto apoyo emocional y muy poco control. Están dispuestos a escuchar a sus hijos, a hablar con ellos, pero prácticamente no les imponen restricciones.

• Los padres que ejercen un estilo negligente son extremadamente laxos en la disciplina y, además, no están dispuestos a dedicarles tiempo, a escucharlos o a animarlos. Los ven como una carga o un obstáculo para seguir adelante con su propia vida.

• Los padres catalogados como autoritários ofrecen a sus hijos muy poco apoyo emocional; sin embargo, quieren controlar muy de cerca su comportamiento imponiéndoles normas muy estrictas. Estos padres mantienen el control absoluto del poder.

• Por último, los denominados democráticos ejercen control sobre sus hijos, pero al mismo tiempo ofrecen un apoyo emocional significativo. En la toma de decisiones, los hijos tienen una parte importante, lo cual proporciona uma buena actitud de diálogo en la familia. En este estilo, la última decisión corresponde a los padres, pero no sin antes haber analizado las demás posturas.

Estos estudios no solamente han ofrecido la descripción de cada uno de ellos sino que, en el seguimiento de los hijos de estas familias, se han llegado a observar patrones de conducta que van generalmente asociados a los estilos correspondientes.

Los hijos de padres permisivos suelen ser creativos y originales, pero con una tendencia a los sentimientos de inseguridad. Esto podría explicarse diciendo que muchos de estos adolescentes interpretan la actitud permisiva de sus padres como una señal de falta de celo y de amor por ellos. Aunque parezca extraño, más de un adolescente desea ría que a él También sus padres le prohibiesen ciertas cosas.

Los hijos de padres negligentes no suelen ser portadores de la mejor herencia emocional. Se les concede la libertad demasiado pronto y a sus padres no les importa lo que hagan con esa libertad. El resultado es la escassa capacidad para establecer buenas relaciones interpersonales y la tendencia a sufrir de una autoestima pobre. No hay efectos positivos aparentes si se sigue este estilo.

Los hijos de los padres autoritarios no parecen beneficiarse de la autocracia paterna. De hecho, la mayoría de los estudios identifica este estilo como nada deseable. En los jóvenes que provienen de familias autoritarias, se observan mayores índices de delincuencia y agresividad que en cualquiera de los otros. También suelen sufrir de un pobre concepto de sí mismos, y desarrollan una actitud negativa hacia las ideas y creencias de sus padres.

Por último, los hijos de padres democráticos experimentan sentimientos satisfactorios respecto de sí mismos y cuentan con una actitud positiva frente a los valores paternos. En general, este estilo es el más deseable y positivo, desde nuestro punto de vista, y según la mayoría de los estudios sociológicos que se vienen realizando al respecto.

Parece, por tanto, lo más recomendable complementar el apoyo emocional intenso ejerciendo a la vez una adecuada dosis de control sobre los hijos. Y es que el adolescente necessita primero la amistad profunda con sus padres, su apoyo y su disponibilidad. Solo entonces pueden los padres ejercer control sobre el adolescente.

Lo que espera el adolescente

Lawrence Schiamberg1, de la Universidad del estado de Míchigan (EE. UU.) analizó varios estudios sobre la adolescencia y dedujo una serie de actitudes y conductas que el adolescente anhela ver en sus padres.

Los adolescentes desean...

  1. Que sus padres se interesen por ellos y los ayuden. Quieren atención por parte de sus padres, aun cuando muchas veces no denla impresión de ello.
  2. Que sus padres los escuchen y traten de comprenderlos. Quizá no estén de acuerdo, pero el diálogo ya de por sí proporciona bienestar emocional al joven.
  3. Que sus padres les ofrezcan amor y aceptación. Los jóvenes saben de sobra que hay cosas que hacen mal, pero necesitan que sus padres, además de las reprimendas, les ofrezcan perdón, cariño y aceptación.
  4. Que confíen en ellos. Y esto no necesariamente para aprovecharse de la confianza, sino para demostrarse a sí mismos y a sus padres que pueden ejercer una libertad responsable.
  5. Que se les confiera cierto grado de autonomía. La autonomía es un atributo que se va desarrollando en el adolescente; si sus padres se oponen a ella, el crecimiento continuará, pero de modo inadecuado.

1. SCHIAMBERG, L. B., Human development. London: Collier Macmillan, 1985.

MELGOSA, Julián. Para Adolescentes y Padres. Madrid: Editorial Safeliz, 2009, pp. 62 -67

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